Pudiste velar sus sueños,
pero decidiste
volar hacia los tuyos.
Se quedaron las puertas abiertas,
los cigarros a medias,
las palabras sin voz
y las mentiras sin dueño.
Se perdieron
las formas,
las normas,
los quizás,
los todavía.
Se apagó la luz.
Y ahora es demasiado tarde
para dejar
que se duerman
tus imperativos.