lunes, 30 de diciembre de 2019

2020

Me había prometido no hacer lista de propósitos, ni balance del año, ni todas esas chorradas, pero una parte de mí es muy tradicional, y no he podido reprimirme.

2019 ha sido un año agridulce, con tantos cambios que todavía me atraganto. Dos países, tres trabajos y cuatro casas en menos de cinco meses descolocan a cualquiera. Era de esperar que pasara algo así, porque los años impares nunca se me han dado bien. El año chino del cerdo nos las ha hecho pasar putas (y digo "nos", porque hemos sido unas cuantas las que tenemos las rodillas peladas de tanto tropezar con piedras absurdas durante estos meses).
Aun así, pese a los dramas,  he ido adaptándome a todos estos cambios a velocidad de hormiga, y poco a poco veo la luz. Además, he escrito cinco o seis listas de propósitos: leer más, escribir más, hacer deporte, viajar a varios países, encontrar mi lugar -aunque sea temporal-, quererme más, abrazarme sin miedo, crear un proyecto (y no abandonarlo), ir al teatro más a menudo.. Algo fácil, propósitos que se plantean la mayoría de mortales (y que cumplen sólo una minoría). De momento me siento optimista, porque ya me he apuntado a un taller de escritura y al gimnasio, y eso que todavía no ha acabado el año. A tope.

Decimos adiós al 2019 con un poquito de resquemor, pero mucho más fuertes y con ganas de empezar de nuevo por enésima vez. Este año jugamos con ventaja, porque el 2020 es par. Y los años pares pasan cosas bonitas: Me gradúo en la universidad, encuentro trabajo como educadora, me mudo de ciudad, vivo en otro país, viajo a un continente distinto... Presiento que el 2020 se portará bien. Además, es el año de la rata en el calendario chino, así que estamos de suerte, porque mi pequeña Orik nos guiará desde las estrellas.

En unas horas daremos la bienvenida al 2020 en mi ciudad favorita. Todavía no tenemos pensado el guión, pero esta vez no nos hace falta. Menos tropiezos tontos y más avanzar sin miedo. Y poco más. El resto, que fluya.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Blanca navidad.


Este año el invierno ha tardado más de lo habitual, pero finalmente ha llegado. Mientras cae la noche, empieza a nevar. Antonio abre la puerta trasera del edificio número 81, y se sienta en las escaleras del rellano. Allí pasará la noche, como lleva haciéndolo los últimos trece meses.

¿Quién le iba a decir a él, un empresario de éxito y prestigio, que acabaría durmiendo sobre cartones y rebuscando en la basura? Pero es la historia de siempre… Invertir demasiado dinero en demasiados vicios trae demasiadas consecuencias, y lo que empezó como un juego acabó convirtiéndose en su peor pesadilla. Una sobredosis de mujeres, drogas y juegos de azar consiguió que perdiera todo: la casa, la familia, los niños, la esperanza y la poca dignidad que le quedaba.

Se acurruca en una esquina y deja que el tiempo pase despacio, sin hacer demasiado ruido. En menos de veinte minutos bajará Teresa, la vecina del cuarto. Cada noche le trae un tazón de sopa, un poco de pan y alguna chocolatina. Los primeros días, Antonio era incapaz de aceptarlo. Se le caía la cara de vergüenza tener que aprovecharse de la caridad de esa pobre mujer. Pero después de unos días alimentándose de cáscaras de fruta y pescado en mal estado, decidió dejar de lado su dignidad, agachar la cabeza y aceptar los caldos de Teresa. Le mantenían caliente, y le ayudaban a dormir un poco mejor. Él no tenía mucho que ofrecerle a cambio, pero cada tarde le subía la compra o le acompañaba del brazo para subir las escaleras, cosa que la señora agradecía muchísimo.

Esta noche le trae una invitación para cenar en casa con su familia. Antonio lo había olvidado por completo. Hoy es nochebuena. Teresa dice que no podría soportar que cene solo en una noche tan especial, pero él se niega. Ya siente demasiada vergüenza aceptando su comida, como para entrar en su casa como un intruso. Ella lo intenta, pero es imposible, así que vuelve a subir a casa y, además de la sopa, le trae un plato de estofado y una tableta de turrón. Antonio le da un abrazo, y se gira rápidamente para que no pueda ver las lágrimas en sus ojos.

Devora la comida, y mientras tanto, escucha cómo van llegando los parientes de sus vecinos para cenar todos juntos. Los nietos de Teresa, la hija de Manolo, los sobrinos de Susana, los abuelos de Jorge y Emilia… En menos de una hora todas las familias empezarán a cenar. Desde las escaleras puede oír los villancicos desafinados, los gritos de los niños jugando, las conversaciones entre hermanas, los chismes que se cuentan las primas mientras esperan el postre… Sin poder evitarlo, recuerda su última navidad en casa. Carmen preparó ensalada de gambas y redondo de ternera. La casa estaba decorada con mucho mimo, y Gisela y Fran se pusieron guapísimos para la ocasión. Esa noche también vino Sonia, su cuñada, con su marido Vicente y su hija Laura. Fue una velada tranquila, sin incidentes. Bastante normal. Pero ahora que está solo en ese maldito portal daría lo que fuese por volver a esa noche. Por volver a verles y abrazarles. Por decirles lo mucho que les quiere, que les echa de menos. Por recuperar a su familia. Por recobrar su dignidad. Por volver a ser persona.

A pesar del frío, sale al jardín del edificio. A través de las ventanas, puede ver las siluetas de los comensales disfrutando de la navidad en el calor del hogar. Al fondo del recinto está la que un día fue su casa. Si afina la vista, puede ver a su mujer sirviendo la cena, a sus hijos sentados en la mesa, y a Julio, el nuevo marido de Carmen, arrebatándole su antigua vida. Y lo peor de todo es que parecen más felices sin él.


Hace trece meses que no les ve. Hace trece meses que se está planteando hacerlo. De hecho, hace trece meses que debería haberlo hecho, pero tan sólo hace trece segundos que lo ha decidido. Se despide en silencio de su familia y les pide perdón por haberles amargado la vida. Mirando al cielo, se queda desnudo, tumbado sobre la nieve, y sin pensárselo dos veces, descarga toda la rabia contenida contra su propio cuerpo, apuñalándose con todas sus fuerzas, tiñendo de sangre la blanca navidad.

sábado, 14 de diciembre de 2019

T.

Tengo que dejar de regresar cada semana allá donde un día dejé crecer mis raíces. Hace tiempo que no encuentro el camino, y poner parches con pedacitos del pasado no ayuda. Tanta incertidumbre hace que me tambalee.  Y me autoengaño diciendo que ya no siento nada, que aquello que tuvimos (y todo lo que construimos, y lxs que nos acompañaron) son un pilar en el que aguantarme hasta descubrir cuál es mi rumbo. Pero en el fondo sé que es mentira, que no es sano echar tanto de menos, que me duele saber que la vida avanza y yo me pierdo, que no dejo de mirar el móvil para ver si me escribes. Añoro los días en los que me levantaba y quería comerme el mundo. Hoy he vuelto a caer, entrando en bucle en tu habitación, dramatizando como años atrás, dejando que saliera mi niña pequeña, y soltando unas cuantas lagrimitas cuando una voz ajena me ha preguntado si todo está bien, mientras tú seguias marcando la distancia jugando a juegos de mesa en la otra punta de la casa, haciendo como si nada pasara. Y es que en el fondo tienes razón, porque sé que cuando estoy así, si me abrazas pierdo el sentido. Y abandonarme entre tus brazos echando de menos las raíces que un día tuve no es la mejor opción.

domingo, 8 de diciembre de 2019

P.

Poco se habla de la resaca emocional de tres pares de narices que llevo encima.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Volar.


Nadia no era la mejor esposa del mundo. Siempre le dolía la cabeza antes de hacer el amor, se quejaba de cosas insignificantes, hacía mucho ruido al masticar y no sabía ni preparar unas lentejas decentes, pero al menos cuidaba de él. Le planchaba la ropa, limpiaba la casa y le daba un beso cuando llegaba de trabajar. Nadia era el ejemplo ideal de mujer florero. Se mostraba dependiente, sumisa y con pocas luces. Lo que Juan no sabía es que, durante todos estos años, Nadia tenía una vida fuera de esas cuatro paredes, y un amante, y ganas de vivir, y planes de futuro. Y como una buena hormiguita, estaba preparando su huida con todo el esmero del mundo, para poder volar al otro lado del charco, y pagar para que le plancharan la ropa y le limpiaran la casa. No era la mejor esposa del mundo, pero tampoco deseaba serlo. Con ser una buena actriz mientras conseguía el dinero que necesitaba, le sobraba… Y parece ser que lo fue, porque Juan todavía llora cuando relee la postal que ella le envió dos años después desde Costa Rica el día en que volvió a ser libre. 

jueves, 10 de octubre de 2019

A.

Antes de que llegara el invierno, salimos a la calle con ganas de comernos el mundo, con sandalias, falda corta y el pelo suelto. Bebimos cervezas y tintos de verano en tropecientas terrazas, trabajamos con resaca y horas de sueño, bailamos en algún concierto absurdo y fumamos unos cuantos cigarros de más. Conocimos muchas caras nuevas y nos reencontramos con algún que otro conocido. Nos alimentamos de constantes cambios, dramas tontos y ensaladas de colores. Apenas tuvimos vacaciones, pero cogimos aviones, fuimos a la playa y pasamos alguna noche sin dormir. No nos podemos quejar. Parece que llevemos media vida aquí, y  hace menos de un año íbamos en tranvías sin billete, abrigadas hasta las cejas, y deseando que nevara para poder hacer muñecos de nieve en la puerta del bar. Y hace dos, estábamos comprando ropa térmica y billetes de ida para mudarnos de país. Y hace tres, celebrábamos sus veintitodos. Y hace seis, escribíamos tonterías en árabe en post it. Y hace diez, queríamos cambiar el mundo y devorarlo. Y hace veinte, ni siquiera nos planteábamos qué nos gustaría ser, en qué nos gustaría creer. Y con la tontería, hace casi treinta que asomamos la cabeza, y aquí seguimos.

El frío no ha llegado todavía, pero falta poco para que se enconda el sol y se nos meta en el cuerpo como un mal presentimiento.

Nos encanta tanta palabrería absurda, tanto, que podríamos pasarnos media vida escribiendo aquellas cosas que solíamos hacer.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Q.

Quizás lo único que estás haciendo
es dejar que pase el tiempo
para que no sea demasiado tarde
cuando me crea tu mentira.

¿Acaso sabes a qué has venido? Sigue inventando diferentes finales, no hay prisa. En el fondo estás igual de perdida que cuando empezaste a caminar.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Y.

Y para rematar la velada, también él ha tenido que llamar a la puerta. Y mientras (creo que) me pierdo entre sus brazos, rehace el camino que por mi culpa se cortó.

C.

Cuando intento irme a dormir temprano, vuelves a aparecer. Me acuerdo de la noche en que cogí un avión, un autobús, un tranvía y me presenté en tu casa sin permiso. Y te gustó tanto que me abrazaste fuerte tantas horas que apenas me dejaste dormir. También recuerdo cuando me acariciabas el pelo y decías que hasta mis canas te parecían bonitas, y mi cara de gitana, y mis dientes de ratón. Me acuerdo del día en que me dijiste que follar conmigo no estuvo mal (y ya está), y del te quiero que se te escapó el día que nos despedimos (para siempre) después de darme un beso en la comisura de los labios, justo antes de irte con ella de la mano y dejarme a mí en el bar, con cara de tonta, cervezas de más y sexo barato esperándome.

Recuerdo tantas cosas que intento sacarte de mi mente dándome un poco de amor propio, pero al final acabo llorando, y llorar mientras te masturbas es demasiado triste. O quizás demasiado bonito.

Septiembre.

Septiembre es el mes de los propósitos. Es el momento de hacer un reset y empezar de nuevo. De darnos una segunda (o tercera, o cuarta, o incluso quinta) oportunidad. De estrenar agenda, calendario, gimnasio, vida sana e ilusiones. De perdonarnos lo mal que lo hicimos en invierno, lo tontos que fuimos en primavera, los errores que cometimos en verano. De pensar que el curso nuevo traerá una vida nueva. De reiniciar el año por enésima vez. De sentir que ocho meses a base de tropiezos y alguna hostia han sido suficientes para madurar (de nuevo). De creer que una simple fecha en un calendario inventado hace más de dos mil años puede marcar un punto final y un nuevo inicio.. Hay quien cree en la magia de la Nochevieja, hay quien se espera al año chino, hay quien confía en las noches de verano. Quién sabe, quizás sea el momento de creer en el noveno mes del año. Y dejar que llegue y nos dé la mano y que no nos hunda y que nos abrace fuerte y sobretodo que fluya sin tanta palabrería y tantas piedras y tantos dramas y tanta hostia. Que vuele, joder, y que venga y nos sorprenda.

lunes, 26 de agosto de 2019

U.

Una parte de mí sigue creyendo
que si escribo todas mis disculpas
me perdonarás de una vez,
aunque nunca me leas.

domingo, 25 de agosto de 2019

Cartas que nunca leerás, capítulo I

Querido tú:

Hace mucho tiempo que decidiste que no ibas a ser tú quien cortara mis alas. Dos años, tres meses, dos semanas y seis días sin discusiones sin sentido, dramas que llegaban sin permiso, sin despechos y sobredosis de orgullo, sin pasar el día queriendo y no pudiendo. Y sin los programas de televisión absurdos antes de dormir, sin comer como si no hubiera mañana, sin los domingos en bicicleta, sin caricias gatunas, sin volver a intentarlo una y otra vez, porque aunque teníamos las rodillas despellejadas de tanto caernos, siempre nos quedaban un poquito de fuerzas para probar de nuevo. Siempre volvíamos a levantarnos, hasta el día en que tu corazón intentó frenarte, pero tu cabeza dijo basta. Y lloré horas y horas, y dos meses después pude darte las gracias, y volar de nuevo, pero sin cogerte de la mano.

Han pasado demasiadas cosas desde aquel día, y creo que lo tengo más que superado. Tan sólo te echo de menos cada vez que te veo. El resto del tiempo, puedo decir que todo va bien.

sábado, 24 de agosto de 2019

H.

He intentado borrarte de mi presente
follando con el primero que me invitó a su cama. Y lo único que he conseguido es que tú quieras salirte de mi vida y yo quiera meterte más en la mía.

lunes, 19 de agosto de 2019

Poesía del siglo XXI.

Cómeme el coño en la cocina.

sábado, 3 de agosto de 2019

Y.

Ya no escribes bonitas palabras
porque nadie las lee.

Y no tienes casa, ni amantes, ni rumbo, ni nadie que te diga qué pasa en la noche.

V.

Vendiste tu coño.

Y ahora te jodes.

miércoles, 10 de julio de 2019

H.

He cambiado tanto de vida últimamente

(Y de bragas
Y de ropa
Y de amantes
Y de tabaco
Y de trabajo
Y de cama
Y de casa
Y de cielo
Y de cerveza
Y de humor)

Que me había olvidado
de que tengo un blog
para vomitar
estas tonterías.

Pero es que no me da la vida

(En el buen sentido)

lunes, 24 de junio de 2019

Lunes.

Hasta de vacaciones me cuestan los lunes. Joder. Aunque salga el sol, y el cielo esté azul, y los pajaritos canten y todo eso, me cuestan. La gente me parece más estúpida. Los coches no paran en los pasos de peatones. Las moscas no dejan de dar por culo. Fumo antes del atardecer, cosa que no me gusta. Tengo demasiados por qués en mi cabeza. Y encima tengo que tender la lavadora. Malditos lunes.

domingo, 16 de junio de 2019

A.

A veces es demasiado tarde para pedir perdón, y demasiado pronto para intentar no volver a las andadas. Pero es que a mí me gusta tropezar con la misma piedra una y otra vez, hasta que me sangren las rodillas y el corazón se me caiga a pedacitos de tanto latir sin rumbo. Y es que tanto sinsentido entre abrazo y abrazo me muerde tan fuerte que parece que la luna vaya a bajar de repente a vernos bailar de nuevo... Aunque sea la mentira más grande que queramos creer.

lunes, 10 de junio de 2019

M.

Me da miedo volver a hacerme mayor. Porque, aunque no lo parezca, una vez fui adulta, con casa, pareja, pensando en bebés y todas esas cosas. Pero se acabó, y retrocedí una etapa.

Ahora me fijo más, y veo que la mayoría de mis amigos (de los de toda la vida, que están ya en la treintena y siguen en mi ciudad) viven con su pareja, y tienen trabajo estable y un sueldo que no está nada mal. Algunas tienen hijos, e incluso se han casado. Otros se han comprado una casa y se han hipotecado para cuarenta años. ¡Cuarenta! Quizás estaremos todos muertos para aquél entonces, pero yo que sé, les gusta el riesgo. Cada fin de semana prueban un restaurante nuevo, se toman cuatro gins y planifican viajes a lugares lejanos sin temor a que los billetes cuesten más de la cuenta.

Y no me parece un mal plan de vida. De hecho, a veces me da rabia no haber llegado a eso. Estar a punto de alcanzar los malditos treinta y seguir pululando por el mundo y por la vida, sin rumbo, sin objetivos y sin ningún tipo de prisa. Y seguir compartiendo piso, con trabajos temporales, comiendo falafel y birra convencional, viajando cuando Ryanair pone precios baratos y sin saber qué será de mí el mes que viene.

Porque de vez en cuando echo de menos la estabilidad, crecer y ser mayor, pero parece ser que un poquito de mí quiere seguir viviendo la eterna adolescencia. Y no voy a ser yo quien me lo impida.

miércoles, 29 de mayo de 2019

I.

Intento encontrar el consuelo en desconocidos, como la mayoría de los mortales. Y como dices que soy una pesada, y que insisto demasiado, te dejo en paz... Hasta que vuelva a acordarme de ti. Mientras tanto, juego al Tinder, y digo que no, no, no, no, sí, no, no, no, match, no, si, no, Co tam? Quién eres? Qué quieres? Y así sucesivamente. Palabrería absurda para alimentar un poco mi autoestima. Consuelo de tontas que hoy cenan cariño de segunda mano, y sin abrazos siquiera. Y yo me quedo pensando en toda la mierda que dije y que hizo que te marcharas, y tú vuelves a casa solo, y te masturbas pensando en cualquiera en la cama que rompimos hace meses de tanto follar.

domingo, 26 de mayo de 2019

Szczęście

He empezado y acabado el fin de semana de la misma manera: metida en un bañera.

El primer baño fue para ahogar dramas,
y el segundo para dejar que el cuerpo descansara por fin.

Entre uno y otro han habido cuarenta y ocho horas sin nuevas tecnologías, contacto con la Pachamama y mucho amor.

Y es que a veces el alma sólo necesita un poco de desconexión para volver a conectar.

martes, 21 de mayo de 2019

E.

En el fondo

que todavía
me
echas
de
menos.

(Menos que yo a ti, pero me añoras. Reconócelo).

Moze być

Cuando llegué a Polonia, escribía un diario a mano. Cada día. Lo apuntaba todo. Con quién había tomado una birra, qué había hecho en el trabajo, a quién me había encontrado en el súper, los martes librería, los sábados kalambur, los viernes también, liarme con uno, repetir, liarme con otro, y que si tontería para arriba y tontería para abajo, y drama, y otra vez Kalambur, y más amigos nuevos (llamémosle amigos llamémosle X) , y que si escribo sólo la inicial del chico que me gusta porque hablo tanto de él que me canso de poner el nombre entero, que si me voy de viaje, que si vuelvo... Apuntaba todo lo que era irrelevante, mi día a día, lo que hacía, lo que iba a hacer. Algún sentimiento que otro, pero poco protagonismo para ellos.

Y fue empezar a trabajar, y olvidarme de mi diario. Lo intenté varias veces, siendo más escueta, más precisa. Queriendo ser más profunda. Pero nada, no funcionó. Intento vaciar mi mierda en una hoja en blanco pero no sale.

Así que de vez en cuando me paso por aquí, a mi libreta adaptada a las nuevas tecnologías, y encima lo hago público, que mola más.

Y me muero de sueño, pero quiero contarme (sí, a mí, porque soy de las pocas que me voy a (re)leer) que este año está siendo larguísimo, y que sé que dentro de un tiempo, cuando esté sentada en la terracita de mi casa a la orilla del mar (alquilada, por supuesto), recordaré todo este jaleo y pensaré en lo fácil que fue al final y en lo que me gusta dramatizarlo todo.

Porque joder, hace dos años pensaba que jamás viviría en otro país, ni que saldría de Catalunya, ni que tendría amigos de media Europa. Y ya ves, de repente volví a la tercera adolescencia, y aquí estoy, compartiendo piso otra vez, con dos polacos y dos gatos, trabajando en un idioma del que no entiendo prácticamente nada, leyendo las etiquetas del supermercado a la velocidad de la luz, y maldiciéndome a ratos por haber decidido decir adiós a este rinconcito de Polonia que tanto me gusta, que tanto me da, pero que por cabezona y digámosle vocacional no me aporta lo que quiero laboralmente. La señora educadora social quiere trabajar sólo de educadora social, y en su idioma, por favor. No vaya a ser...
Pero bueno, la decisión está tomada. Voy a ser optimista, y a cruzar los dedos para encontrar otro rinconcito que me guste tanto como este. O más.

El año del cerdo está siendo horroroso, pero algo me dice que el que viene será mejor. Y ese algo soy yo, que si no espabilo el drama se me come.

Venga, que nos vamos a por una nueva aventura, pequeña de culo inquieto. Y ya verás como va bien. Estoy segura. Bueno, moze być.

miércoles, 15 de mayo de 2019

M.

Hoy, Marina no tiene ganas de hablar.

Marina tiene ganas de sol, de perderse en el mar, de levantarse temprano, ponerse el albornoz, salir al balcón y respirar aire fresco. De tomarse un café sin azúcar, a veces acompañada, a veces sola. De trabajar en algo que le guste, que no le dé miedo, que le haga crecer. De viajar de vez en cuando. De sentir que por fin tiene un hogar. De dejar de echar de menos y perderse en la nostalgia. De olvidarse de tranvías y reconciliarse con la bicicleta. De no solucionar todo con unas birras de más. De leer antes de dormir, y mientras se hace la comida. De cuidar gatos ajenos. De querer de verdad. De abrazarse a quien le abrace. De dejar de soñar en voz alta y empezar a volar.

Marina, la que siempre llega tarde a los sitios pero con la mesa puesta.

S.

Siempre me dicen
y me digo
que todo saldrá bien,
pero cuando se va el sol
antes de tiempo
y la primavera nunca llega,
parece que de mi boca
sólo salgan mentiras.

Y todo será un drama,
porque yo lo valgo.

martes, 14 de mayo de 2019

Y.

Y sentir.

Quería escribir "y dentro de nada" pero el autocorrector ha cambiado dentro por sentir.

Y siento demasiadas cosas. Tantas, que estoy a punto de vomitar sentimientos e ideas de olla y pajas mentales y mierdas en vinagre.

Porque me encantan los cambios pero los llevo fatal. Porque no quiero decir adiós y la nostalgia de algo que todavía tengo ya empieza a sentirse.

Y quiero que todo fluya, y que sea fácil.

Y todavía le echo de menos, como una jodida adolescente.

Y soy tan tonta que el drama de hoy no es que me voy y que tengo que encontrar un trabajo, una casa, unos amigos y una nueva vida. El drama es que él sólo habla de molletes y lentejas y se olvida de preguntarme cómo estoy.

Pero me he comido una ensalada y una magdalena de chocolate para consolarme.

Y mañana va a amanecer dos horas antes de que suene el despertador.

Y joder, que algunos sienten muy poco y otros sentimos demasiado.

Y escribo todo esto mientras meo, porque la taza del vater es el único sitio dea casa que me da paz. Kurwa ja pierdole.

sábado, 11 de mayo de 2019

About last night

Volar está sobrevalorado pero, cuando por fin dejas que todo fluya, agitar las alas y dejar de rozar el suelo se convierte en una necesidad. Y por fin el mundo se deshincha, y la vida pesa veinte kilos menos. Y ya no nos da miedo la noche, ni el mañana, ni la luna que se esconde. Que volveremos a tener hambre de locuras, que nuestras palabras se las llevará el viento, pero joder, que no se olvide de nosotras y nos arrastre con ellas, y que se calle la conciencia, y que venga el invierno y el verano y lo viejo y lo nuevo y todo, y vamos a vivirlo, que con soñar de vez en cuando ya no nos basta.
Déjate llevar, que a la improvisación no le hace falta filtro.

sábado, 4 de mayo de 2019

Diez.

Y sin haberlo planeado, he vuelto a diez años atrás. Conciertos en la calle, quedada con los compis de uni, charlar de cómo arreglar el mundo (porque somos educadoras, y las utopías se nos dan bien), beber cerveza, juntarse con los otros compis, sentirse fuera de lugar (aunque sean un amor), echar de menos la cama y volver a casa sola y en metro (Bueno, hace diez años no podías volver en metro, pero ahora la ciudad mola más, y hay metro nocturno, así que te ahorras el taxi).

Pero hace diez años acababa de terminar la carrera, y seguía viviendo en casa de mis padres, y no sabía de qué quería trabajar, lo cual lo ponía todo más fácil. Y sabía estar sola. Y pensaba que tenía tiempo de sobra para hacer todo lo que quería. Y no pensaba ni en el dinero, ni en las cosas que dejé atrás. Porque estaba fuerte, y sabía que si quería me comía en mundo.

Y ahora tengo unos cuantos zlotys en la cartera, y puedo decir que estuve enamorada, y que a veces me atraganto con tanta nostalgia. Y que no tengo casa, ni lugar en el mundo. Que sigo siendo un culo inquieto pero con unos cuantos años más, y soy más exquisita, y eso lo complica todo. Que cuando creo que he encontrado la estabilidad me entra un ataquito y me tengo que ir. Y sólo de pensar que estoy a punto de dejarlo todo sin tener un plan B me mata. Y que si no espabilo o la suerte no me acompaña voy a tener que volver a la vida que tenía hace diez años. Y si, joder, que han puesto metro por la noche, y eso es maravilloso, pero que el último pase antes de las dos me corta el rollo. Ya no estoy para estos trotes.

lunes, 29 de abril de 2019

F.

Follar con el pasado
ahorca mariposas.

domingo, 21 de abril de 2019

A.

Algunas poetas
están sobrevaloradas.

Y algunas pollas.

Y algún par de tetas.

Y los acentos en esdrújulas.

Y los bares de Berlín.

Y algunas noches de borrachera.

Y el sexo sin amor. Y con amor ni te cuento.

Y la mayoría de las vidas.

miércoles, 17 de abril de 2019

N.

No me apetece una mierda escribir. Cosas de la tercera adolescencia, supongo.

lunes, 15 de abril de 2019

O.

O vuelve la primavera
y nos trae un poco de sol,
o vamos a perder la cabeza
con tanto frío y tanta nube
y tanta hostia.

(Y es que en el fondo
tenemos tanta prisa
por quejarnos de la vida,
que no nos damos cuenta de que,
a pesar de todo,
todavía siguen pasando
cosas bonitas,
aunque no queramos verlas.)

sábado, 13 de abril de 2019

H.

Hoy quería dormir la siesta, pero me he ido de birras, y he acabado pagando la mitad de mi sueldo para entrar en una discoteca en la que no me esperaba nadie, y me he tropezado con un banco de camino a casa. Y la nevera está vacía. Kurwa.

jueves, 11 de abril de 2019

Q.

Quiero hacer tantas cosas a la vez
que al final siento
que el tiempo no para
y yo no avanzo.

martes, 9 de abril de 2019

D

Da igual a qué hora me levante,
siempre llego tres minutos tarde,
como en el amor, en la poesía
y en las ganas de querer.

sábado, 6 de abril de 2019

Tonterías

He venido al aeropuerto a recoger a una amiga. Su vuelo llega tarde, así que he decidido tomarme una birra en ayunas para hacer tiempo. Y mirar a la gente. Y reírme. Y fumarme un cigarro. Y hacerle ojitos al chico guapo del alquiler de coches. Y seguir con la birra. Tengo un libro en la mochila, pero no me apetece leer. Joder, la culpa es del aeropuerto, que una cerveza aquí cuesta menos que en cualquier bar, y claro, yo no sé decir que no. Este país va a acabar conmigo, y con mi hígado. Y un poquito con mi dignidad. Pero, ¿Y lo bien que lo pasamos?

miércoles, 3 de abril de 2019

M.

Marina tiene ganas de contaros la noche en que la dejaron plantada y que ni siquiera le saludaron. Pero no puedo con mi vida literalmente, así que tendremos que esperar.

lunes, 1 de abril de 2019

Abril.

Si bien dije que mi 2019 empezaba en febrero, al estilo chino, a mitad de mes decidí que sería en marzo. Febrero tampoco quiso ser el mejor mes del mundo. Mucho frío, algo de nieve, caras largas, mocos y mal humor. Al final, empezar el año el tercer mes no ha estado tan mal. He bebido cerveza casi todos los días. He escrito poesía barata sin filtro. He celebrado la llegada de la primavera a cinco grados. He viajado. He utilizado los cigarros como excusa. He resucitado a Marina. He dormido con un gato. He comido hasta vomitar. He ido a dos conciertos, y a una fiesta surrealista. Me he reencontrado con pequeñas piezas del pasado. He desayunado café en silencio mientras un desconocido dormía en nuestra cocina. Me he reconciliado con mi huelga de latidos. He leído en el parque. He comido al sol. He podido sacar un poquito de mi orgullo y decir que no. Y también decir que sí. He querido irme, pero tenía tanto miedo que me temblaron demasiado las alas para volar. He querido quedarme, pero la rutina me aprieta los tobillos tan fuerte que me tambaleo.

He cambiado de rumbo de vida siete veces en un mes, y todavía no me he decidido.

Mientras sigo girando, ya estamos en abril.

domingo, 31 de marzo de 2019

;

Punto y coma.

sábado, 30 de marzo de 2019

O.

Hoy me he levantado pensando
lo increíble que eres en la cama,
y lo gilipollas que te estás volviendo fuera de ella.
Y lo tonta que soy por (per)seguirte.
Y lo poco que me queda para cerrar esta historia
y decirte
a d i ó s.

Porque ya está bien de dramas adolescentes,
de monotema, de ser tan pesada,
de escribir lo mismo una y otra vez.
Y otra.
Y otra más.
Ya basta,
joder.

Que vengan nuevos dramas, que me los como con patatas.
Que hoy devoro las ganas,
los besos,
las tonterías
y el mundo si hace falta.

Que no nos quedan tantas horas
 como para andarnos con tantas historias.
Que si quieres bailar, baila.
O gritar.
O tener sexo en un lavabo.
O masturbarte tres veces al día.
O comer tanto que tengas ganas de vomitar.
O no salir de casa.
O salir demasiado.
Que hagas lo que te salga del coño.
Y p u n t o.
Quizás lo digo porque estoy recién follada,
tengo un gato en mi regazo que me mira con demasiado amor,
mi vecina está sacando los pies por la ventana
 y hace un sol de la hostia.

Y no es lo normal.

jueves, 28 de marzo de 2019

Que.

Me encanta
(o me consuela)
saber que no me lees,
que no me crees,
que apenas me ves,
que ya no me reconoces,
que ya me olvidaste,
que no te erizo,
que no te empalmo,
que no me sueñas,
que ya no somos,
que sólo eres.

Y cuando digo que me encanta
me refiero a que lo acepto,
así, sin más.

Como las páginas del libro
que aún me quedan por leer.

T

Tan sólo estoy esperando
que aparezca alguien
que me diga miłego popołudnia
y me envíe para casa.

martes, 26 de marzo de 2019

Jijijajá

Eh, que me encanta empezar esta nueva onda de cambio de aires, nuevos proyectos, varios objetivos, posibles metas, cumplir sueños del pasado, perdonar errores, hacer como si nada porque la vida es maravillosa, y vivo en la calle de la piruleta, y me encanta sonreír, y vuelvo a ser poeta. Creo un poquito en el amor, me quiero otra vez, en el fondo ahora estoy más guapa, vivo en la eterna juventud, y jijiji por aquí, y jajaja por allá, y flowerpower, optimismo, purpurina, mariposas y lucecitas de colores. Me flipa querer ser la alegría personificada, renovarme y formar parte de toda esa mierda tan guay del siglo XXI, pero sinceramente, hay días en los que estoy de mí misma hasta los mismísimos ovarios.

lunes, 25 de marzo de 2019

Canas

No suelo pasar más de diez minutos delante del espejo. Me lavo la cara, me cepillo los dientes y me voy. Ni siquiera me peino. Tan sólo me maquillo los sábados, y los días de entrevista de trabajo, y las noches en las que pienso que quizás hay suerte y follo. Pero no me esmero demasiado: un poco de rímel y antiojeras que no falte. El pintalabios burdeos sólo para ocasiones especiales, tres o cuatro veces al año.

Hoy me he pasado un cuarto de hora delante del espejo. Y en esos cinco minutos de más, he podido contarme tropecientas canas. Y joder, me he dado cuenta de cómo pasa el tiempo de puntillas para no despertarnos, y de repente, cuando abrimos los ojos, ahí están. Cabellos blancos, arrugas en las comisuras, patas de gallo, celulitis y dramas de más. Y a tomar por culo la bendita eterna adolescencia. Y a plantearse otra vez si ya toca ser adulta, y encontrar trabajo fijo, novio fijo, hijos fijos, hipoteca fija, letras del coche fijas, vacaciones fijas, aspiraciones en la vida fijas, sentimientos fijos. Y establecerse en el ciclo sin fin que nos marcan. Nacer, crecer, joderse, morir. Y ya tenemos la mierda servida.

Así que decido peinarme un poco, hacerme dos trenzas de niña pequeña pero dejando que se vean las canas, tirar de antiojeras y rímel, y por qué no, burdeos y hasta colorete. Y me olvido de tanta hipoteca y novios y vacaciones y fijitis aguditis, y me dejo de espejos y protocolos, y que el tiempo corra todo lo que quiera, que si no le escucho avanzar a mí no me molesta, y que ya me estableceré cuando esté bajo tierra y me coman los gusanos, que ahora quedan muchos tumbos que dar y demasiadas piedras con las que tropezar y volteretas y saltos y espirales y tumbos. Y que vengan las canas que quieran, que voy a vivir las adolescencias que me dé la gana, y que si hay suerte y esta noche follo, pues eso que me llevo, y que si no, pues no pasa nada, y seguimos para bingo.

Kiev

Podría volver a perderme horas y horas
imaginando cuántas noches en vela
ha pasado aquella pobre mujer,
persiguiendo a los gatos
gordos y poco agraciados
que se creen los reyes del barrio,
observando a los niños
jugando a la pelota,
mientras me pregunto
qué narices andarán haciendo las niñas,
perdiéndome entre viejos edificios
pintados de colores vivos
para disimular su pasado soviético,
subiéndome en autobuses
y tranvías destartalados
llenos de gente adorable,
leyendo las humildes historias
que nos cuenta cada balcón.

L.

Los cambios no vienen solos. Y menos si dejas que se sigan colando en tus sueños.

sábado, 23 de marzo de 2019

N.

No hace falta que pidas permiso, abrázame fuerte, que lo echaba de menos. Pero no aprietes demasiado, no vaya a ser que me guste y vuelva a las andadas.

viernes, 22 de marzo de 2019

L.

La excusa de un cigarro a medias
siempre es buena
para entablar conversación,
por eso no he dejado de fumar.

jueves, 21 de marzo de 2019

Primavera

Ha llegado la primavera, pero todavía llevo dos pantalones, calcetines gordos, zapatillas impermeables y chaqueta de invierno (con pelitos en la capucha y todo). Esta mañana he salido a la calle con gorro de lana, y me he maldecido por haber olvidado los guantes. De camino al trabajo, el parque seguía gris, con árboles desnudos y patos escondidos entre los matorrales. Jodido frío.
Hoy hemos salido de paseo con la escuela para celebrar que se acaba el invierno. Los niños y las niñas llevaban gorro, guantes, tres camisetas, un jersey, dos pares de mallas y botas. Algunos incluso iban tapados con mantas. Hacía un día digno de invierno, así que hemos intentado crear nuestra propia primavera. Hemos decorado las sillitas con flores gigantes rosas, azules, amarillas, verdes, naranjas. También había algún globo que otro. Sonreíamos sin parar a la gente que nos miraba con curiosidad. Hemos parado a hacer fotos en el puente, en la catedral, en la orilla del río. Un buen reportaje para poder mostrar a las familias qué bonito ha sido el paseo de la inauguración de la nueva estación, aunque en realidad haya sido un día gris, feo, con frío. Aunque al volver a la escuela, el sol haya hecho la gracia de salir cuando ya estábamos todos encerrados en las clases, comiendo a toda prisa antes de que llegaran los autobuses. Y eso nos ha puesto de mal humor, y hemos maldecido al señor del tiempo, y se nos ha escapado algún taco que otro, porque joder, vaya suerte la nuestra. Pero eso los padres no lo saben. Con ver la felicidad de los pequeños, se quedan contentos. Y eso es lo que en el fondo me gusta. Tan sólo por eso, hoy toca sonreír. Ha llegado la primavera.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Que sí, que el cielo siempre está gris, los pero joder, allí hasta la lluvia es arte. Y el día menos pensado, cojo la puerta y me voy.

Y.

Ya te lo decía tu madre, que eres culo de mal asiento. Te gusta llegar a los sitios, desordenarlos, plantar tu semillita. Y cuando empieza a estabilizarse todo, a nacer tu zona de confort, a sentir que tienes algo a lo que puedes llamar hogar, te agobias. Y ya no lo quieres. Y necesitas irte a otro lugar a buscar lo mismo: un trabajo que te guste, un grupo de gente que te soporte, una ciudad que te acoja. El presente te agobia tanto que necesitas planificarlo todo. Aunque no lo vayas a hacer. No sabes estarte quieta, joder.

Tu cabeza ha arrancado de nuevo. Y quiere mandar a la mierda todo lo que has construido este último año. Así que a tomar por culo, vuelta a empezar.

martes, 19 de marzo de 2019

C.

Cualquier excusa es buena
para justificar la falta de poesía.

lunes, 18 de marzo de 2019

H.

Hace casi diez años conseguí que un señor se suicidara en su garaje mientras retransmitían un partido de los Lakers.

Ahora tan sólo soy capaz de dibujar algunos dramas de desamor y pequeñas crisis existenciales sin importancia.

Será que con los años me he ablandado, y se ha dormido mi imaginación. Al menos, empiezo a hablar desde las entrañas. Y eso es lo que necesito.

E.

La cuestión no debería ser
si te quiere o no te quiere,
sino si te quieres o no te quieres.

(Obviedades que obviamos)

domingo, 17 de marzo de 2019

Tantas vueltas en espiral
acabaron con su con(s)ciencia.

sábado, 16 de marzo de 2019

C.

Cómo admiras su fuerza de voluntad, joder. Porque es obvio le gusta follar contigo. Y probablemente, después de ti, no haya encontrado nada mejor ( o quizás sí, y eres tú la desafortunada ). Pero te conoce, y le das miedo. Sabe que repetir una noche de sexo supondrá besos y carantoñas post coitales, mensajes de texto, algún audio de borrachera y un posible drama. Así que se traga las ganas de comerte el coño y desaparece. Y se deja de historias de campamento, de mamoneo, de ataduras. Así de simple.

En cambio, mírate a ti. Cuanto más se aleja, más le buscas. Al menos has vuelto a follar (aunque tampoco tardaste demasiado, sinceramente) , pero después de cada polvo vuelves a hacer la jodida comparación con él, con su polla y con la rabia con la que os hacíais en amor. Y con él siempre era mejor. Seguramente no era para tanto, pero cuando se te mete algo en la cabeza, es difícil hacerte cambiar de opinión.
Te estás volviendo cada vez más bruta, más agresiva. Y muerdes y arañas y gritas hasta que no puedes más, supongo que para sacar la ira que te come por dentro al saber que probablemente estáis haciendo lo mismo, pero en diferentes camas.
Es tu pequeña obsesión, qué le vamos a hacer. Ni siquiera te masturbas antes de dormir, porque es cuando tus pequeños dramas vuelven a rondar por tu cabeza, y no te gusta mezclar el placer con la tristeza. Tonterías.

Y como buena adolescente escondida en un cuerpo de treintañera, sabes que un día volverás a caer, perderás la poca dignidad que te queda y le escribirás diciéndole que le echas de menos. Quizás intentarás ser más sutil proponiendo un inocente café. Ya encontrarás la manera de contactar con él, y de hacer el ridículo una vez más. Agradece que él será sensato, y te dirá que vale, pero que no es una buena idea. Entonces recapacitarás y le darás la razón. Dejarás de insistir hasta el próximo tropiezo. Y cuando os encontréis, él te dará un beso en la mejilla, te preguntará si todo va bien, y se irá sin despedirse. Y con eso tendrás que quedarte.

 Pero que no cunda el pánico. En el fondo todos sabemos que esto no son más que gilipolleces.

viernes, 15 de marzo de 2019

E.

En Nadordze tienen
una fábrica de nubes.

jueves, 14 de marzo de 2019

L.

Llevo todo el día pensando en mi huelga de latidos. Después de tres años sin publicar nada, ahora intento escribir cada día, convertirlo en una rutina. De hecho, tengo un saco lleno de ideas, de recuerdos, de utopías y de tonterías varias que necesitan escapar de mi cabeza. 

He intentado inspirarme en mi primer viaje en solitario 
(que sólo duró cuatro días y tres noches), 
en los dos meses y veintiún días 
en los que creía que por fin había algo más 
(y en los que, efectivamente, estaba equivocada), 
en el efecto Polonia y sus consecuencias 
(aunque todavía estoy descubriéndolas), 
en el día que me dijiste que no querías 
ser tú quien me cortara las alas 
(y fue la mejor decisión que tomaste nunca), 
en la noche que perdí la dignidad 
con un completo desconocido 
(aunque no la recuerdo demasiado), 
en el por qué no soporto llevar dos calcetines iguales 
(a no ser que sean negros, entonces tienen que ir juntos), 
en mi afición por agarrarme a clavos ardiendo 
y apretarlos hasta que me sangren las entrañas 
(porque si no, sería demasiado sencillo), 
en el don que poseo para tropezar 
más de tres veces con la misma piedra
 (y cuanto más grande sea la hostia, 
menos tiempo tardo en volver a repetir), 
en la manía de no releer (casi) nunca lo que escribo 
(aunque ahora mismo acabo de hacerlo, 
y no paro de añadir mierda al texto).


En fin, que cualquier excusa es buena para empezar una historia. Pero hoy no me salen las palabras, joder.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Un(a)

Una piscina de plástico. Un bañador verde y negro. Unas abejas. Un pastor alemán. Una televisión pequeña. Cangrejos de río. Paella con romero. Costras en las rodillas. Pantalones de pana azul con dibujitos blancos. Una cuesta con muchas piedras. Una bicicleta sin frenos, y sus correspondientes caídas. Pies mojados en el río. Un juego de niños. Un garaje sin ordenar. Un estante lleno de herramientas. El olor a humedad. Polvo en los ojos. Una puerta con vidrio opaco. Una manivela dorada a punto de caer. Una mesa de madera. Unos vaqueros. Una mano. Un silencio. Un instante que parece una eternidad. Otro silencio. Una sonrisa. Una mirada perdida. Una pizca de sol. Un poco de miedo. Una memoria selectiva. Una caja de Pandora. Una llave. Un olvido.

martes, 12 de marzo de 2019

T

Tengo mil historias en la cabeza, 
pero si intento dibujarlas, 
sólo le veo a él acariciándome el pelo 
y susurrando lo guapa que estoy 
mientras duermo. 



No hay peor poesía 
que la que obliga a las palabras 
a salir a la fuerza, 
así que mejor 
me callo.

lunes, 11 de marzo de 2019

H.

Hoy he tenido tantas cosas que hacer que casi me olvido de echar(te) de menos.

domingo, 10 de marzo de 2019

B.

El metro en hora punta, les rambles plenes de guiris, els preus impagables a les terrasses del centre, els diumenges de swing a la Osca, el moderneo innecessari, els carrerons del Born, aquesta manera tan peculiar de parlar català amb la a, les ampolles de vermut de Reus a la General, i les carxofetes al Salvat. El nostre carrer peatonal, la senyora Lola i la pagesa, la rutina que ens ofegava, les birres en el Kop i els divendres en el Floren. El tren a la platja de Sitges dos diumenges al mes a l'estiu, anar a per tu a la feina, passejar amb bicicleta per les afores, els matins al gimnàs municipal, la San Miguel a euro, els dinars amb la mama i la iaia, els dies a Casoplin. Les nits de sofà i manta que acabaven sense peli i de mala gana perquè mai ens decidiem, els pipis de la Inka, la Zoe amb la seva obsessió pels peus, les calçotades, la salsa romescu, la piscineta i el jardinet, la migdiada els caps de setmana a la feina, el dia de la marmota, els nois i les seves històries, l'hort amb les senyores, els cafés al Set, les quedades amb les nenes, la puta al riu, el vull i no puc, el puc i ja no vull. Les bledes amb patata, els drames, les discussions sense fi i el t'estimo diari. La línia lila fins a Bac de Roda i tornar a casa amb la vermella, baixar a Plaça de Sants. La Festa Major alternativa, les tardes a Àgora arreglant el món, i a la xina i a Olzinelles, els concerts, DJ Marikarmen, els macarrons amb tomàquet abans de dormir, ginebra amb llimona i més tard amb taronja, la salsa espinaler, ca' la Maria i el no saber sortir del barri. Fumar en el pati o en la porta de la resi quan arribava la noia del torn de nit, i per suposat de camí a casa, i pel matí si feiem un café. Les torrades del Joans, el cinema a la fresca de Cotxeres, les burguers del Gopal i els menús del VeggieGarden. Fugir els divendres a l'altra part del barri i acabar tornant per abraçar-te abans de dormir, i enfadar-me si no venies. Xocolata amb pa pel dia de reis i uns quants llibres de segona mà i un roser per Sant Jordi. Les fonts de Montjuic, la lluna que s'amaga i la llum de la ciutat quan arriba el capvespre.

Sempre que he dit que Barcelona era una ciutat massa gran per mi, que no podia fer-me a ella, que volia marxar.. I ho vaig fer, abans de que el ciment m'ofegara. I vaig fer bé, però tot i així, de vegades la trobo a faltar.

S.

Si eres tan ilusa
como para creer
en las causalidades,
adelante.

Remueve el pasado,
coge unas cuantas piezas
y aférrate a ellas.

Dale la mano,
que no se escape,
y sueña otra vez.
Aprovecha que los monstruos
todavía duermen.

No tengas prisa,
porque el tiempo
pasará de puntillas
para no despertaros..

..Y la noche
volverá a abrazaros
cuando dejes de buscar
pedacitos de verdad
en el espejo.

Marina

De vez en cuando, me acuerdo de Marina. Nació un invierno del 2012, cuando creía que iba a comerme el mundo con la poesía (y en el fondo era ella la que me estaba devorando a mí poquito a poco).

Bukowski tenía a Chinaski, Heminway creó a Adams. Arantxa inventó a Marina, su alterego como terapia, como solución a sus problemas. ¿Qué pasa? Cada cual se deshace de su mierda como quiere.

Al principio fue maravilloso. Cada semana vivía una nueva aventura. En sus historias, siempre había sexo, soledad dramatizada y cigarrillos. Llegué a plantearme enseñársela al mundo, dejar que conociesen a Marina. Pero me dio mucho miedo que no fuese aceptada, así que tan sólo se la presenté a dos o tres amigas. Nada más.

Lo mejor de todo es que les gustó. Y querían más. Porque Marina es egoísta, una bala perdida, a veces un poco tonta... Pero te engancha. Y te apetece conocerla, y abrazarla, y consolarla. Aun así, no les hice caso. Decidí silenciar a Marina, y les dejé con las ganas.

Cada uno o dos años, me despertaba un domingo de resaca inspirada, y decidía que iba a resucitar a Marina. Así que me ponía manos a la obra: copa de vino, cigarrillos, música relajante, habitación sin luz. Y dejaba que mi pequeña viviera al menos un capítulo más. Un polvo fallido, un cambio de trabajo, un reencuentro fortuito... Cualquier cosa valía para hacerla crecer, y para hacerme creer que esta vez sí, que habíamos vuelto, que Marina había renacido, y por fin iba a sobrevivir.

Pero no. Al día siguiente, la resaca desaparecía y la rutina empezaba de nuevo, y volvía a mi trabajo fijo, a mi nidito de (des)amor, a mis gatas, a las discusiones sin sentido, a las calles abarrotadas, a los setenta y ocho minutos de metro diarios, a beber antes de dormir y a comer para ahogar las penas. Y entre tanta mierda, me olvidaba de las palabras, de las historias, y de la pobre Marina.

Hace tiempo, esa rutina que parecía tan inamovible desapareció. Así, sin más. Y entré en un bucle sin rumbo de adolescencia, de sinsentidos, de subidas y de bajadas. Me perdí en un caos en el que todavía me acurruco cada fin de semana. Se fue la rutina, al menos de momento. Quizás sea por ello que ahora me acuerdo más de ella, que la echo de menos, que quiero que vuelva y abrazarla y consolarla. Porque parece que cuando cuido de Marina me duele un poquito menos el alma. Y creo que lo que escribo no está tan mal, aunque se quede guardado en un word sin formato y sin sentido.

Me consuelo pensando que
cuando todo
se vaya
a la mierda,
cuando no
me salgan
las palabras
y dejen
de existir
los
versos
y
los
besos,
Marina
estará
esperándo(me).

A.

Abusas de los imperativos
(aunque sea para 
hablar de cosas bonitas).
Y de la segunda persona del singular
(porque no eres capaz
de hablarte a ti misma
en primera persona.
Miedica).
Y de los puntos y aparte
(con lo que te gustaban a ti
escribir puntos y seguidos
cada tres palabras) .
Y de la conjunción y
(porque parece que 
todo sea menos duro
si le añadimos una y delante).
Y de los dramas
(porque una poesía
que no sea catastrofista
te sabe a poco).

Pero abusa,
y hazlo.
Y no te cortes.
Y di todo lo que tengas que decir.

(Y recuerda romper tu sonrisa
antes de que pueda verla).

sábado, 9 de marzo de 2019

M.

Me comiste las ganas
Y no sé si quiero
o si tengo
Pero te muerdo
la boca
y la vida,
y me bebo tus palabras
y nos vamos a tomar por culo
antes de que cambies de planes,
porque aquí no se nos ha perdido
N a d a.

viernes, 8 de marzo de 2019

M.

Me duele la garganta
de vomitar tanta mierda.

Y es que hay demasiados poetas
para tan poca poesía.

jueves, 7 de marzo de 2019

H.

Has vuelto a pasearte por mis sueños
sin ni siquiera pedir permiso.

Pero hoy hace tanto frío
en tu mirada
que he necesitado
sacarte de mi casa
y de mi vida..

..Aunque no has dejado
de
encantar-
-me.

Me he quitado de encima
las ganas de echarte de menos,
y he sacudido el colchón para sacar los restos de amor propio que te dejaste.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Desde el (re) inicio de los tiempos.

Escribe, joder.

Aunque no tengas nada que decir.

Valen más cuatro palabras mal dichas
que un silencio intencionado.

Ya has asumido
que no vas a vivir nunca
de tu querida (pero olvidada) poesía,
ni serás una Bukowski
del siglo XXI.

¿ Y qué más da ?

Mejor.

Fluye. Vomita.
Nadie te va a leer.
Y eso en el fondo es bonito.
Porque tus palabras tienen
nombre y apellidos.

Y cuando sabes
que llegarán a pocos oídos,
puedes gritar a los cuatro vientos
que follas sin amor,
que amas sin follar,
que quieres más de lo que debes
y a veces odias demasiado.

No hace falta empezar
una libreta nueva,
un blog nuevo,
ni una vida nueva
para volver a escribir.

(Re) inicia sin miedo.

Porque no cerraste la puerta,
la dejaste entornada.

Y tu huelga de latidos siguió esperándote.


A ti,


que dejas que la mierda
salga a través de la tinta.


A ti,


que regalas versos
a quien menos lo merece,
aunque sepas que jamás
los va a saborear.


A ti,


que se te ha olvidado escribir en papel.


A ti,


que vuelves a la huelga
una vez cada tres años

Y, como siempre,
piensas que ésta
será la definitiva.


Así que aprovéchala.


Y
vomita
verdades
hasta
que
te
la
bilis
te
queme
las
entrañas.