He empezado y acabado el fin de semana de la misma manera: metida en un bañera.
El primer baño fue para ahogar dramas,
y el segundo para dejar que el cuerpo descansara por fin.
Entre uno y otro han habido cuarenta y ocho horas sin nuevas tecnologías, contacto con la Pachamama y mucho amor.
Y es que a veces el alma sólo necesita un poco de desconexión para volver a conectar.
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