martes, 21 de mayo de 2019

Moze być

Cuando llegué a Polonia, escribía un diario a mano. Cada día. Lo apuntaba todo. Con quién había tomado una birra, qué había hecho en el trabajo, a quién me había encontrado en el súper, los martes librería, los sábados kalambur, los viernes también, liarme con uno, repetir, liarme con otro, y que si tontería para arriba y tontería para abajo, y drama, y otra vez Kalambur, y más amigos nuevos (llamémosle amigos llamémosle X) , y que si escribo sólo la inicial del chico que me gusta porque hablo tanto de él que me canso de poner el nombre entero, que si me voy de viaje, que si vuelvo... Apuntaba todo lo que era irrelevante, mi día a día, lo que hacía, lo que iba a hacer. Algún sentimiento que otro, pero poco protagonismo para ellos.

Y fue empezar a trabajar, y olvidarme de mi diario. Lo intenté varias veces, siendo más escueta, más precisa. Queriendo ser más profunda. Pero nada, no funcionó. Intento vaciar mi mierda en una hoja en blanco pero no sale.

Así que de vez en cuando me paso por aquí, a mi libreta adaptada a las nuevas tecnologías, y encima lo hago público, que mola más.

Y me muero de sueño, pero quiero contarme (sí, a mí, porque soy de las pocas que me voy a (re)leer) que este año está siendo larguísimo, y que sé que dentro de un tiempo, cuando esté sentada en la terracita de mi casa a la orilla del mar (alquilada, por supuesto), recordaré todo este jaleo y pensaré en lo fácil que fue al final y en lo que me gusta dramatizarlo todo.

Porque joder, hace dos años pensaba que jamás viviría en otro país, ni que saldría de Catalunya, ni que tendría amigos de media Europa. Y ya ves, de repente volví a la tercera adolescencia, y aquí estoy, compartiendo piso otra vez, con dos polacos y dos gatos, trabajando en un idioma del que no entiendo prácticamente nada, leyendo las etiquetas del supermercado a la velocidad de la luz, y maldiciéndome a ratos por haber decidido decir adiós a este rinconcito de Polonia que tanto me gusta, que tanto me da, pero que por cabezona y digámosle vocacional no me aporta lo que quiero laboralmente. La señora educadora social quiere trabajar sólo de educadora social, y en su idioma, por favor. No vaya a ser...
Pero bueno, la decisión está tomada. Voy a ser optimista, y a cruzar los dedos para encontrar otro rinconcito que me guste tanto como este. O más.

El año del cerdo está siendo horroroso, pero algo me dice que el que viene será mejor. Y ese algo soy yo, que si no espabilo el drama se me come.

Venga, que nos vamos a por una nueva aventura, pequeña de culo inquieto. Y ya verás como va bien. Estoy segura. Bueno, moze być.

1 comentario:

Rodrigo Rubio dijo...

Tú eres una puta ama. Y molas que flipas.