Escribe, joder.
Aunque no tengas nada que decir.
Valen más cuatro palabras mal dichas
que un silencio intencionado.
Ya has asumido
que no vas a vivir nunca
de tu querida (pero olvidada) poesía,
ni serás una Bukowski
del siglo XXI.
¿ Y qué más da ?
Mejor.
Fluye. Vomita.
Nadie te va a leer.
Y eso en el fondo es bonito.
Porque tus palabras tienen
nombre y apellidos.
Y cuando sabes
que llegarán a pocos oídos,
puedes gritar a los cuatro vientos
que follas sin amor,
que amas sin follar,
que quieres más de lo que debes
y a veces odias demasiado.
No hace falta empezar
una libreta nueva,
un blog nuevo,
ni una vida nueva
para volver a escribir.
(Re) inicia sin miedo.
Porque no cerraste la puerta,
la dejaste entornada.
Y tu huelga de latidos siguió esperándote.
A ti,
que dejas que la mierda
salga a través de la tinta.
A ti,
que regalas versos
a quien menos lo merece,
aunque sepas que jamás
los va a saborear.
A ti,
que se te ha olvidado escribir en papel.
A ti,
que vuelves a la huelga
una vez cada tres años
Y, como siempre,
piensas que ésta
será la definitiva.
Así que aprovéchala.
Y
vomita
verdades
hasta
que
te
la
bilis
te
queme
las
entrañas.
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