sábado, 14 de diciembre de 2019

T.

Tengo que dejar de regresar cada semana allá donde un día dejé crecer mis raíces. Hace tiempo que no encuentro el camino, y poner parches con pedacitos del pasado no ayuda. Tanta incertidumbre hace que me tambalee.  Y me autoengaño diciendo que ya no siento nada, que aquello que tuvimos (y todo lo que construimos, y lxs que nos acompañaron) son un pilar en el que aguantarme hasta descubrir cuál es mi rumbo. Pero en el fondo sé que es mentira, que no es sano echar tanto de menos, que me duele saber que la vida avanza y yo me pierdo, que no dejo de mirar el móvil para ver si me escribes. Añoro los días en los que me levantaba y quería comerme el mundo. Hoy he vuelto a caer, entrando en bucle en tu habitación, dramatizando como años atrás, dejando que saliera mi niña pequeña, y soltando unas cuantas lagrimitas cuando una voz ajena me ha preguntado si todo está bien, mientras tú seguias marcando la distancia jugando a juegos de mesa en la otra punta de la casa, haciendo como si nada pasara. Y es que en el fondo tienes razón, porque sé que cuando estoy así, si me abrazas pierdo el sentido. Y abandonarme entre tus brazos echando de menos las raíces que un día tuve no es la mejor opción.

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