Querido tú:
Hace mucho tiempo que decidiste que no ibas a ser tú quien cortara mis alas. Dos años, tres meses, dos semanas y seis días sin discusiones sin sentido, dramas que llegaban sin permiso, sin despechos y sobredosis de orgullo, sin pasar el día queriendo y no pudiendo. Y sin los programas de televisión absurdos antes de dormir, sin comer como si no hubiera mañana, sin los domingos en bicicleta, sin caricias gatunas, sin volver a intentarlo una y otra vez, porque aunque teníamos las rodillas despellejadas de tanto caernos, siempre nos quedaban un poquito de fuerzas para probar de nuevo. Siempre volvíamos a levantarnos, hasta el día en que tu corazón intentó frenarte, pero tu cabeza dijo basta. Y lloré horas y horas, y dos meses después pude darte las gracias, y volar de nuevo, pero sin cogerte de la mano.
Han pasado demasiadas cosas desde aquel día, y creo que lo tengo más que superado. Tan sólo te echo de menos cada vez que te veo. El resto del tiempo, puedo decir que todo va bien.
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