A veces es demasiado tarde para pedir perdón, y demasiado pronto para intentar no volver a las andadas. Pero es que a mí me gusta tropezar con la misma piedra una y otra vez, hasta que me sangren las rodillas y el corazón se me caiga a pedacitos de tanto latir sin rumbo. Y es que tanto sinsentido entre abrazo y abrazo me muerde tan fuerte que parece que la luna vaya a bajar de repente a vernos bailar de nuevo... Aunque sea la mentira más grande que queramos creer.
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