Llueve. Llueve tan fuerte que ni
siquiera tu paraguas me protege de las gotas, ni del miedo, ni de lo
que vendrá. Llueve con ganas, las que me faltan desde que te fuiste.
Cae la lluvia con tanta ira que parece
que quiera partirme en pedazos. Tengo los latidos mojados de tanta
pena, y mis entrañas todavía preguntan por qué te dejé marchar…
Y no lo sé. Sólo sé que llueve, y
que tu paraguas ya no me protege de las gotas, ni de mí.