Allí estabas tú, en tu pequeño rincón, pero tus ojos ya no brillaban como antaño, la fuerza se te escapaba con la vida. Y al cogerte entre mis manos, sentí tu calor, pero ya no trepaste por mi espalda, ni castañeaste tus dientes; casi ni me miraste. Simplemente estabas ahí, esperando ese sueño del que nunca despertamos. Y dijiste adiós.
Hoy descansas de la vida, con el mar bajo tus pies, acariciando la arena de esa playa que tanto me enamora, y que espero que a ti, desde donde estés, también lo haga. Hasta siempre, pequeña.
1 comentario:
Precioso. Siempre será recordada
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