lunes, 17 de agosto de 2009


Allí estabas tú, en tu pequeño rincón, pero tus ojos ya no brillaban como antaño, la fuerza se te escapaba con la vida. Y al cogerte entre mis manos, sentí tu calor, pero ya no trepaste por mi espalda, ni castañeaste tus dientes; casi ni me miraste. Simplemente estabas ahí, esperando ese sueño del que nunca despertamos. Y dijiste adiós.

Hoy descansas de la vida, con el mar bajo tus pies, acariciando la arena de esa playa que tanto me enamora, y que espero que a ti, desde donde estés, también lo haga. Hasta siempre, pequeña.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso. Siempre será recordada