viernes, 1 de mayo de 2020

N.

Nos han robado el mes de abril. 
No paran de repetirnos que todo irá bien, y lo siento, pero muchos días no me lo creo. No todo está siendo malo, ojo. He descubierto que me gustan las acuarelas, desayunar tortitas con fresas, ordenar la nevera por colores, conducir siempre que la canción que suena me motive, cocinar platos de Europa del este y escribir cinco poesías seguidas, sin filtro ni corrector. Digamos que me he escuchado, me he abrazado y me he cuidado un poquito más que de costumbre, y eso es estupendo, pero de ahí a que todo, to-do, T O D O va a salir bien hay un cacho enorme. Y es que a veces tantas falsas ilusiones me dan miedo, porque la hostia que nos meteremos cuando se acabe la purpurina y los arcoiris será épica.
Un día, hablado conmigo misma, mis entrañas reptilianas me aconsejaron que no dejara que el miedo despertara mi ira. Y que si lo hace, hay que canalizarla, para convertir algo destructivo en un proceso constructivo. Dejar que fluya, aprovechar al máximo su fuerza y energía. Y si sale mal, darme permiso para cagarla. Y si sale bien, seguir adelante, pero sin bajar la guardia. Y si quiero llorar, gritar, y enfadarme porque el mundo es una mierda, darme permiso. Si un día pienso que todo irá bien y me lo creo, perfecto, pero si a la mañana siguiente soy consciente de la que se nos viene encima y de que la normalidad no volverá y de que las pasaremos putas y por culpa de todo esto se me borra la sonrisa y me dejo de hippiadas, más perfecto todavía. No os dejéis engatusar por el optimismo tóxico. Quejarse, tener dudas y ser consciente de que no todo irá bien está bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues me quejo de todo!