Sus dedos atravesaron una cortina de humo que separaba unos labios sedientos de lujuria. Acarició cada poro de su piel con la yema de los dedos, y se dejaron llevar. Tan sólo habló el silencio, y las manos entrelazadas que decían más que cientos de palabras gritando al unísono. El cielo estaba rojo, rojo de alegría y placer. Parecía que todo había sido demasiado agradable como para dejarlo marchar. Pero las nubes reemplazaron a las estrellas, y las manos ya no se abrazaban. Sus miradas cambiaron a la luz del sol. Él se fue, con un nudo en el estómago, y esperando poder volver a reencontrarse con esos labios, aun sabiendo que probablemente nunca volvería a hacerlo. Ella, en cambio, se marchó con una pequeña sonrisa y una página en blanco para empezar a rellenar de nuevo. No le gustaba eso de perderse en los recuerdos.
2 comentarios:
hacía rato no leía esa palabra: lujuria... y ahora que la recuerdo pienso en botellas humedas que se tambalean cada vez que llueven kamikaze al otro lado del mundo.
hola, cómo estas
a mi también me gusta el nombre, lo de proclamar algo da una sensación espectante; y proclamar una huelga de latidos... una oda al amor.
saludo
majestuoso!:
"Esta historia de amor
la inventé yo,
así que yo seré
la que decida
cuándo acaba
y con quién."
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