Sin saber porqué,
lloramos recuerdos,
y la distancia se enfrió
con cada silencio
que salía de nuestra boca.
Buscamos besos,
abrazos, tal vez miradas.
No encontré nada,
y tú tampoco.
Pero no volviste a por mí,
ni fui capaz de pedirte
que lo hicieses.
Llegué a ese banco
en el que un día soñamos.
Sin saber porqué,
estabas allí, esperando,
con la mirada perdida,
y una pequeña mueca
que pedía perdón,
que lloraba añoranza.
Estás cansado,
y tienes frío.
No tiembles más,
que yo te abrazo.
No nos queda calor,
pero mis palabras abrigan.
Recordando viejas pajas mentales.
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