Mis latidos gritan silencio por miedo a ser escuchados, por temor a perder las alas en el intento de volar. No quieren ser vistos en el callejón, escupiendo besos desgastados y ásperas caricias, crucificando corazones ajenos sin dar explicación. Cerca de allí, en el portal número 74, el arte duerme. Esperemos nunca muera, nunca falle. Es el único arma que nos queda en este mundo de psicópatas y pistolas.
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