Me escondí junto a las olas,
que pintaban con espuma
una luz de madrugada,
mientras tu cuerpo desnudo
destrozaba las miradas
de un susurro inesperado
que acorraló a nuestro destino.
Los relojes de la luna
callaron por miedo
a ser descubiertos
en el vacío de la soledad,
y las palabras del ayer
pasaban de puntillas
sobre nuestros cabellos,
para que no olíesemos
su absurda presencia
en una noche de verano
sin pulso ni estrellas.
Los gritos del mar
abrieron el camino
que quebraba las montañas.
Fue entonces cuando
por fin pude darte
un abrazo de esos
que asfixian la distancia..
lunes, 29 de septiembre de 2008
martes, 23 de septiembre de 2008
Cuéntame
Anoche pataleé
trescientos amaneceres
y ochocientas lunas.
Veinticinco mañanas
y quinientos atardeceres.
Setecientos besos
y quinientas miradas.
Cuarenta tequieros
y cuarenta y dos mentiras.
trescientos amaneceres
y ochocientas lunas.
Veinticinco mañanas
y quinientos atardeceres.
Setecientos besos
y quinientas miradas.
Cuarenta tequieros
y cuarenta y dos mentiras.
Uno por uno.
Una por una.
El jodido día sigue en pie,
sin soles, y sin noches.
Sin ganas de abrir los ojos
con la luz del mediodía.
Sin versos de desconsuelo
escondidos en el bolsillo.
Sin caricias de reserva
para las horas frías de desamor.
El destino lucha por ser el más fuerte.
La suerte también.
Y todavía no nos hemos dado cuenta.
No hemos querido darnos cuenta.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Amargura
Cayó la última gota del cielo, cubriendo las palabras que una noche derramó. Los pies hundidos en la arena recitaban versos a las olas, que lamían delicadamente cada letra, en silencio. Una ráfaga de sonrisas pasó antes de que pudiese pestañear, y la luz de la luna respiró profundo, intentando olisquear la poca felicidad que el viento había esparcido por la playa. Pero ya no quedaba nada. Se lo habían llevado todo, dejando que el tic tac de los relojes marcara el final de la noche, el final de la vida. El último verso de una amarga poesía.
jueves, 4 de septiembre de 2008
Cuando
Cuando tu vida pierde el rumbo, y los corazones callan buscando la salida. El compás del tiempo delimita tus zancadas, y retrocedes por miedo a caer. Cuando tu pecho grita libertad, y tu conciencia sueña esperanza. Las miradas desconocidas se convierten en cómplices, y cada pupila te regala una pizca de luz. Cuando te das cuenta de que puedes, y que quieres. Que todavía quedan segundos para conseguirlo, para avanzar. Cuando sabes que ha llegado el día. Cuando has de salir a la calle, y luchar. Romper las barreras, los muros de la impotencia, y correr hacia un mundo nuevo.
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