jueves, 12 de febrero de 2009

Callejones orgásmicos

Al caer la noche, nuestras miradas se cruzaron. Gritaron al unísono que querían derretirse juntas, sudar hasta perder el control. Asfixiarse entre gemidos y latidos confusos, jugar con las cosquillas del destino. Esta vez no hubieron sábanas de por medio, tan sólo un callejón oscuro con las paredes pintadas, la inocencia desabrochada, y dos corazones desconocidos que se arañaron el alma, que se desgarraron la razón a bocados. Llovieron versos susurrados salvajemente, de esos que jamás volveré a escuchar. Un beso sobrecogedor erizaba los poros de mi piel, y la noción del tiempo se iba evaporando poco a poco, al compás de tus caricias. La punta de tus dedos dibujaba caminos infinitos en mi vientre, en mis pupilas, en nuestras ganas de amar. Mientras tanto, un dulce cascabel marcaba el final de la noche, sonando cada vez más deprisa, hasta llegar al orgasmo con la alborada como único testigo.

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