Se sentó en el sofá rasgado y, mientras veía cómo el sol se escondía tras los tejados de su triste ciudad, encendió un cigarro. El humo nublaba sus ojos llorosos, y una canción desconocida mecía de fondo sus latidos entrecortados. Hacía unos meses que había dejado de fumar, pero un cúmulo de recuerdos le asfixiaba el corazón, y las caladas, lentas y con sabor a noches de lujuria, calmaban su respiración.
Ana vivía sola, en el sexto piso de un edificio casi en ruinas. Llevaba dos semanas refugiada en su salón, con el ruido de la televisión como única compañía, y la mirada perdida entre los desconocidos que paseaban bajo su ventana. Algo iba mal, muy mal. Pero todavía no había podido descubrir qué era lo que le había robado su sonrisa. Siempre había sido una chica optimista, feliz, que disfrutaba de los segundos de la vida, pero un día, sin saber por qué, se despertó con los ánimos arrastrándose por las tuberías, y con un vacío en el pecho que nada conseguía llenar. Ya nadie llamaba a su puerta, el teléfono había dejado de sonar, y sus labios cortados no habían articulado palabras desde hacía días.. [..]
5 comentarios:
la luna no ilumina
Cuando se nos acaba la ilusión supongo que todo se va tiñiendo de gris poquito a poco...
es muy grande como escribes...
Txaaa me cambie de blog... soy Fina x si no lo sabes locuela..
Sigue, sigue, que esta historia da para mucho más.
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