domingo, 7 de diciembre de 2008

Morriña

Y llegó ese día. Con la maleta en la mano, llena de recuerdos que querían ser revividos, nervios incontrolables y con unas cuantas sonrisas de más, saliste dispuesta a comerte el mundo, y esos labios que tanto añorabas.
Arrancaste el motor, y empezaste a conducir camino a ese lugar en el que el tiempo no existía, donde habías viajado tantos y tantos años, siempre con la ilusión en la mirada, dejándote los problemas en la mesilla de noche. Cada vez estaba más cercano tu destino, y el temor del qué pasará se iba haciendo más y más grande. Lo vuestro fue muy bonito, es cierto, pero en cinco años sin contacto podían haber pasado muchas cosas. Eran cinco años de nuevas amistades, nuevas formas de vida, escasas palabras tuyas, ningún beso para ti. Es más, ni siquiera sabías si todavía estaba vivo. Pero tú seguiste adelante, dejando el miedo a un lado, y avanzaste con la cabeza bien alta.
Tras horas y horas, llegaste, al fin, a donde tanto te gustaba ir. Aún recordabas dónde vivía, en esa casa que escondía secretos que sólo tú y él sabíais de su existencia. La espera a la respuesta de tu llamada a la puerta fue la más eterna de tu vida, pero aun así respiraste profundo y con paciencia, hasta que una cara sorprendida abrió. El silencio habló, y vosotros callasteis, sin saber qué decir, comiéndoos con la mirada, matando cada palabra con un suspiro. Vuestras bocas se juntaron, y volviste a morder esos labios añorados que besaste años atrás, cada verano, a la luz del sol o de la luna, no importa cuándo. El tiempo dejó de existir, y volvisteis a ser uno por unos instantes, grabando ese momento en vuestra memoria, deseando que no acabara nunca, pero sabiendo que tenía que terminar.
Cogiste las llaves del coche, y tras el último beso, arrancaste de nuevo. Dejaste atrás toda una historia que te había acompañado durante años, de la que sólo conservaste pequeños recuerdos en una caja de cristal. Sabías que no volverías a tener esos labios sobre ti, y una lágrima cayó de tu mirada, marcando así el final del cuento.

2 comentarios:

maloles dijo...

Al final de las películas bonitas, siempre se llora.
Lo mismo pasa con las historias en general.

Muas!

Dara dijo...

Los mejores finales son los tristes.



Chicagato